Dios está tan lejos como el ojo del hombre es incapaz de ver a su alrededor.
Su hijo está más cerca y quien lo quiera ver podrá hacerlo.
Su hijo caído está aun más cerca y lo que lo deseen pueden hacer sociedad con él.
Más acá está el orden celestial y ellos administran las encomiendas y las demandas.
El trabajo de los últimos es más laborioso; no obstante, el de los primeros más gravitante.
Cada uno, en su justa medida, debe florecer para obtener el beneficio de un complejo sistema que solo el Creador ha imaginado para nosotros.
Padre mío, que estás en todos nosotros, santo sea tu nombre.
Desagravia tu reino.
Hágase la voluntad que has decidido.
Danos el sustento de todos nuestros días.
Perdona mis caídas que yo recogeré al que se caiga.
No me abandones en las horas de tribulación.
Redime al bien para que nos alcance.
Así sea.